Si en el futuro hubiera algún habitante sobre la Tierra con la capacidad de observar lo que pasa en el cielo, miraría todo de manera muy diferente a como lo hacemos nosotros…
Dentro de 4 mil 500 millones de años el Sol generoso será mucho más rojo, mucho más grande y por lo mismo, ese habitante imaginario, lo sentiría mucho más caliente.
Por las noches observaría madejas cósmicas de gas y polvo estelar, millones y millones de partículas del tamaño de moléculas formando velos nebulosos de diversos colores. Serán, en efecto, electrones, átomos, iones, cadenas de carbono, moléculas de óxidos, silicio, calcio, titanio y otros, la mayor parte de ellos en forma de plasma: gas a temperaturas extremadamente altas. Desde luego, para esos momentos nuestro observador sería totalmente irreal, la vida como la conocemos se habrá extinguido desde hace tiempo. La temperatura en nuestro planeta alcanzará varios cientos de grados, tal vez unos miles. Nada será como lo conocemos hoy.
Nuestra estrella estará muriendo. Su muerte será lenta y agónica, pulsará desde adentro porque no tiene más que ofrecer. Habrá consumido casi todo el hidrógeno de su núcleo: el alimento que la mantenía viva, amarilla -casi blanca a nuestros ojos-, brillante. Para no desfallecer, echará mano del helio que formó con los hidrógenos que tenía en abundancia. Pero el helio es caprichoso, requiere temperaturas más altas para fusionarse y desprender energía; únicamente ayudará a prolongar la agonía. Las pugnas internas entre los diversos materiales crearán caos, como un leve pero fatal malestar estomacal. Las presiones, desde adentro, intentarán inflar la esfera estelar; la gravedad, desde la superficie, comprimirá todo uniformemente. Será una lucha de fuerzas.
Conforme pasen los miles de años, el Sol crecerá en tamaño y poco a poco se irá ganando el atinado nombre de gigante roja. Por dentro se parece a una cebolla con varios departamentos concéntricos y en cada uno hay elementos químicos de diversa especie. Las capas más externas se desprenderán como piel gaseosa en todas direcciones. Desde lejos, el espectáculo será hermoso: una nebulosa de tonos rojos, verdes y azules, cada uno representando gas y polvo con distintas propiedades, cada uno compuesto de diferentes materiales.
Lo que ahora pasa en la nebulosa Toby Jug (nombre dado por su figura de tarro de cerveza), le pasará al Sol en un futuro muy lejano. Difícilmente para ese tiempo quedará algún rastro de plantas, animales o microorganismos. Nosotros mismos, la humanidad, podríamos haber encontrado un mejor lugar a donde ir. Contemplaremos a la distancia la muerte del Sol.
Más información sobre la nebulos Toby Jug y las gigantes rojas, aquí.
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