Marte ayer y hoy

Marte, el planeta rojo, símbolo de la sangre de guerras y catástrofes, es ahora más humano que nunca. Lo ha sido desde hace tiempo; para muchas culturas antiguas los “atributos” del planeta iban más allá de una simple deidad: su influencia en las personas era indudable y el futuro de los pueblos dependía cruelmente de él y de su posición con respecto al Sol, a la Luna o a sus otros hermanos “errantes”.

Marte era el ejemplo perfecto de los planetes griegos, con un peculiar movimiento aparente que lo hace avanzar por varios meses y luego crear un “rizo” en su trazo, para seguir adelante de nuevo, como si saliera del camino para inspeccionar más allá de su territorio.

Registro de la posición del planeta Marte, visto desde la Tierra. El aparente movimiento en rizo es producto de la perspectiva de visión contra el fondo estelar.

Durante mucho tiempo, estos extraños desplazamientos fueron el dolor de cabeza que impedía a los estudiosos armonizar el movimiento de los cuerpos en el Sistema Solar. Desde Ptolomeo, uno de los que propuso el sistema geocéntrico, hasta Tycho Brahe, el último gran astrónomo observacional sin telescopio, ninguno pudo entender porqué Marte se movía de esa manera. Incluso los modelos más complicados de Johannes Kepler fallaban en las predicciones de su posición y no explicaban a gran escala cualquier maqueta que incluyera el Sol, la Tierra y los otros cinco planetas visibles en esa época. Pero fue precisamente Kepler, usando las observaciones de Tycho Brahe y el modelo heliocéntrico de Copernico, quien encontró la respuesta a más de 10 años de intensa reflexión y análisis: los movimientos de los planetas, incluido Marte, son explicados si sus órbitas son elipses y todos giran entorno al Sol, siguiendo simples leyes físicas.

Después que Galileo Galilei usó el telescopio por primera vez en 1609, un torrente de nueva información llegó mediante las observaciones de Marte, incluidos los primeros dibujos de su superficie, por el danés Christiaan Huygens, y los excelentes datos en su posición celeste por Giovanni Domenico Cassini.

La investigación sobre Marte transitó de manera tranquila durante los siglos XVII, XVIII y la mayor parte del XIX, pero pronto tomaría un curso más de ficción que de realidad.

Hacia 1877 Marte se encontraba muy cerca de la Tierra y era el mejor momento para observarlo. El astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli utilizó su telescopio de 22 centímetros de diámetro y pudo registrar en dibujos y escritos los impresionantes detalles de la superficie marciana. Schiaparelli notó zonas más oscuras que otras y esbozó complicadas redes de líneas, como surcos enormes. Schiaparelli usó la palabra canali, que fue traducida al inglés como canals (canales), que tiene una connotación de construcción artificial, y que floreció en la cultura popular como “conductos” o “acueductos”, diseñadas intencionalmente. Ése fue el inicio del mito de que en Marte había una civilización con conocimientos y capacidad de construcción.

Comparación de los dibujos de Shiaparelli de 1889 contra imágenes actuales de la superficie de Marte.

La euforia por las edificaciones marcianas llevó a muchos astrónomos en pos de documentar y detallar el progreso en el vecino planeta. A pesar de que a mediados del siglo XIX los telescopios eran más grandes y mejores, los observadores registraban y dibujaban «a ojo». Nuestros sentidos son fáciles de engañar y en esos años Marte parecía tener cosas muy extrañas: grandes zonas de la superficie cambiaban de claras a oscuras regularmente y daban la impresión de tener un color verde olivo. La explicación para muchos era obvia: si hay canales debe haber agua; los acueductos y el agua fluyendo son una necesidad agrícola o industria; entonces, los cambios superficiales del suelo marciano indican la siembra y cosecha de vegetales. Por lo tanto, Marte está habitado por seres inteligentes.

La idea era fantástica y la cultura por los marcianos se vio desbordada durante todo el siglo XX; dio lugar a numerosas obras de ciencia ficción, libros, películas, radionovelas y series de televisión.

Pero la decepción tenía que llegar pronto. La era espacial en los años 60 y 70 desterró cualquier duda sobre la vida marciana. La Mariner 9 nos entregó claras imágenes a distancia de una superficie seca. La Viking 1 mandó, en julio de 1976, la primer foto de una nave sobre el suelo de Marte: era un terreno árido y hostil, cubierto de polvo y piedras de todos tamaños. No había ninguna evidencia de verdes pastizales o fértiles granjas de cereales o árboles frutales. A la fecha, más de dos docenas de naves han circundado o se han posado sobre Marte y nos han revelado que, en el mejor de los casos, en Marte fluyó agua hace muchísimo tiempo, pero hasta el momento no hay indicios claros ni contundentes de que cualquier clase de vida haya surgido.

El 6 de Agosto de 2012, por la madrugada, llegó a Marte el último y mejor vehículo-laboratorio diseñado por la humanidad para estudiar el planeta rojo. Curiosity, como fue llamado, lleva consigo espectrógrafos, cámaras, taladros y ha sido capaz de moverse por la superficie como un todo-terreno.

Tres vehículos de exploración marcianos de la NASA. Al centro, el pequeño rover Sojourner, que llegó a Marte en 1997. A la izquierda, un modelo de Spirit y Opportunity, que llegaron al planeta en 2004. A la derecha, un modelo de Curiosity, que arribó en 2012.

Apenas en julio de 2020 tres misiones fueron lanzadas con la intención de llegar a Marte en los primero meses de 2021. En principio, los objetivos son claros: analizar el suelo y los rocas marcianas, saber si en el pasado se generaron moléculas orgánicas complejas, confirmar si agua líquida fluyó por su superficie y si en los lechos y deltas secos de antiguos ríos y lagos hay registro fósil de organismos.

En el futuro cercano, Marte seguirá siendo un lugar desértico y poco propicio para albergar vida; sin embargo, también es cierto que los planes de transformarlo en un planeta más benévolo han comenzado. Muy probablemente en 100 o 150 años lo viajes a Marte serán rutinarios y lo veremos como nuestro segundo hogar.

Este es el Marte de ayer y de hoy, y seguramente será nuestro Marte por mucho tiempo más.

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