Una de las historias más apasionantes de la ciencia es la que comenzó en junio de 1916 con la publicación de un artículo científico que en español podríamos traducir como “Integración aproximada de las ecuaciones de campo de la gravitación”, cuyo autor, todos hemos oído hablar de él, fue Albert Einstein.
En este trabajo, Einstein hace referencia a la idea de que enormes masas aceleradas podrían distorsionar el entramado del espacio-tiempo, produciendo ondas gravitacionales.
Sin embargo, aquellas ondas eran tan débiles que su observación y detección con cualquier tecnología, estaba muy lejos en el futuro.
La primera prueba indirecta de la existencia de las ondas gravitacionales comenzó en 1974, cuando los astrónomos Russell Hulse y Joseph Taylor descubrieron un sistema binario de pulsares donde ambos objetos se acercan cada vez más. Su periodo orbital se reduce en apenas un 75 millonésimo de segundo por año, pŕoducto de la emisión, de la irradiación de ondas gravitacionales. Tal como las ecuaciones de Einstein lo predicen.

Sin embargo, la prueba definitiva llegó 99 años después de la publicación del artículo original de Einstein. El 14 de septiembre de 2015 se anunció la primer detección directa de ondas gravitacionales producto de la colisión de dos agujeros negros ubicados a 1,300 millones de años luz de la Tierra.
El descubrimiento fue hecho con el instrumento LIGO y motivó que el Premio Nobel de Física en 2019 fuera otorgado a Rainer Weiss, Kip Thorne y Barry Barish, líderes del proyecto.

Hoy sabemos que existe todo un espectro, una variedad de ondas gravitacionales producidas por las fusiones de agujeros negros de diversos tamaños, desde los estelares con pocas veces la masa del Sol, hasta los supermasivos con miles de millones de veces la masa del Sol.
Así, para detectar las ondas gravitacionales de los agujeros negros más masivos necesitamos instrumentos que tengan el tamaño casi de un brazo galáctico, cientos o miles de años luz. Afortunadamente, el Universo tiene una parte de ese instrumento integrado ya y únicamente ha hecho falta nuestra inteligencia para aprovechar esos objetos y sus fenómenos asociados, para intentar captar esas elusivas ondas gravitacionales.
El día de hoy les hablo sobre el uso de pulsares para encontrar ondas gravitacionales de agujeros negros supermasivos, y posiblemente también de las ondas gravitacionales primordiales producidas justo después del big bang.
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Este trabajo de investigación se presenta en el artículo científico: “The International Pulsar Timing Array second data release: Search for an isotropic gravitational wave background”, publicado en la revista Monthly Notices of the Royal Astronomical Society, https://doi.org/10.1093/mnras/stab3418
Música de fondo:
· Composition 137 – Mylonite MRP (Mylonite Recordz Production)
· An Ocean Of Galaxies – Stellardrone
· Darklight – John Dyson
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