La búsqueda de vida fuera de nuestro planeta representa una de las aventuras más fascinantes en la historia de la especie humana. Se trata, en cierto modo, de ir tras nuestras propias huellas. Y con los recientes descubrimientos de miles de exoplanetas (y en un futuro cercano, decenas de miles), esa frontera se acerca, aunque desde luego, nos plantea más y más preguntas.
En este sentido, apenas a inicios de este 2017, TRAPPIST-1 se convirtió en el foco de atención: es el primer sistema exoplanetario, con siete planetas rocosos, con masas y tamaños similares a la Tierra, de los cuales tres se ubican en la zona habitable (ese intervalo de distancia propicio para encontrar agua líquida en su superficie). Entonces, vinieron un sinfín de preguntas y posibilidades —como todos podemos imaginar.
Uno de estos planteamientos es la posibilidad de que se haya originado vida (abiogenesis) y que se pueda transferir (panspermia) entre los exoplanetas de TRAPPIST-1. Por supuesto, la especulación (racional y ordenada) es amplia, aunque es posible hacer algunas buenas aproximaciones.
Así, investigadores de la Universidad de Harvard y del Harvard–Smithsonian Center for Astrophysics, desarrollaron un modelo matemático (haciendo uso de ecología teórica) de cómo la vida en alguno de los exoplanetas de TRAPPIST-1 podría extenderse a los otros. En su trabajo, asumieron que algunos microorganismos, material genético o moléculas orgánicas sumamente complejas podrían viajar entre los exoplanetas mediante desprendimiento de materiales rocosos, producto de impactos de asteroides, meteoritos y lunas pequeñas (un proceso denominado litopanspermia). Pero además, los científicos consideraron que los planetas extrasolares funcionan de forma similar a islas en la Tierra, donde diversas especies se encuentran aisladas, pero es posible tener migraciones, cambios en la ecología y hasta surgimiento de nuevas especies o subespecies.
Al comparar los modelos de TRAPPIST-1 con el sistema Tierra-Marte, el resultado fue que hay muchísimas probabilidades de que entre los planetas extrasolares se den intercambios de materiales rocosos que podrían ser el vehículo para la dispersión de la vida, lo que aumenta la fascinación e interés científico por TRAPPIST-1.
El artículo de investigación fue publicado en la revista PNAS y puede encontrarse aquí.
Respecto a la panspermia (referida a nuestro planeta): tengo entendido que hay vida (al menos los tardígrados) capaz de soportar las condiciones del espacio exterior y la vuelta a casa (que no deja de ser una re-entrada controlada, muy controlada), pero no entiendo cómo se puede producir la panspermia a bordo de un meteorito que se quema al entrar en la atmósfera o en el ¿mejor?/¿peor? de los casos se estrella contra el suelo.
Perdón por el chiste tonto, pero «ardo» en deseos de saber.
Gracias por difundir ciencia.
Me gustaMe gusta