Por fin, el velo de misterio que la NASA creó en días pasados, se ha revelado.
A partir del comunicado y después de googlear un poco los nombres de los científicos involucrados, ya se vislumbraba que el descubrimiento tenía —y tiene— que ver con exoplanetas. Sin embargo, dado que desde 1992 van 3,577 exoplanetas encontrados, en 2,687 sistemas planetarios (602 de ellos son sistemas con más de un exoplaneta), la noticia tenía que ser mucho más relevante (aunque algunos de los rumores comenzaban a inclinarse por cosas como «vida fuera de la Tierra», «exoplaneta con agua», «señales de vida inteligente», etc).
En la rueda de prensa organizada por la NASA y en la que participaron astrónomos de diversas instituciones, se dio a conocer el primer sistema planetario formado por al menos 7 exoplanetas, orbitando una estrella enana, roja y fría: TRAPPIST-1.
A sólo 40 años luz de nosotros, tres de los exoplanetas ya habían sido descubiertos en 2016, pero la búsqueda continuó con un escuadrón de telescopios alrededor del mundo y en el espacio, dando lugar a los resultados presentados hoy en un artículo científico en la revista Nature.
El sistema exoplanetario es excepcional: tres de los exoplanetas se encuentran en la zona de habitabilidad, es decir, orbitan la estrella a una distancia tal que podrían tener océanos de agua líquida (y por supuesto podrían albergar vida). TRAPPIST-1 tiene el número más grande de exoplanetas similares en tamaño a la Tierra, pero además la configuración de las órbitas muestra que los exoplanetas se formaron lejos de la estrella y han migrado a sus posiciones actuales.
El grupo internacional de astrónomos, encabezados por Michael Gillon de la Universidad de Liege, en Bélgica, usó instrumentos como los telescopios VLT en Chile, UKIRT en Hawaii, William Herschel en La Palma, Islas Canarias, y el Telescopio Espacial Spitzer, pero también telescopios más modestos como los TRAPPIST (de apenas 60 centímetros de diámetro) ubicados en Chile y Marruecos, para estudiar el sistema.

La confirmación de los «siete enanos» se hizo gracias a la pequeña y sutil disminución en la luz de la enana roja cada vez que los exoplanetas pasan frente a ella, un evento llamado tránsito. Así, se pudieron estimar los tamaños, composiciones y órbitas, lo que mostró que al menos seis son comparables a nuestro planeta, en tamaño y temperatura. Pero además, las órbitas de los siete se concentran en algo más pequeño que la órbita de Mercurio, lo que se traduce en rápidos movimientos de traslación: el exoplaneta más cercano a TRAPPIST-1 tarda 1.5 días y el más lejano 12.3 días en dar una vuelta a la estrella.
TRAPPIST-1 se ubica en dirección de la constelación de Acuario y tiene sólo 8% de la masa del Sol, lo que la pone sólo unas ochenta veces por arriba del planeta Júpiter. Es por esto que las reacciones nucleares en su interior apenas logran generar poca energía, comparado con otras estrellas. Precisamente, aunque TRAPPIST-1 es relativamente fría (la temperatura en su superficie apenas llega a los 2800 °C), los exoplanetas están cerca y reciben luz y calor suficientes para mantener (si la tienen) agua en estado líquido. En especial, TRAPPIST-1e, f y g (es decir, los exoplanetas 4, 5 y 6) representan el «Santo Grial» de los astrónomos cazaplanetas.
Por supuesto que la investigación continúa y los científicos ya están observando con el Telescopio Espacial Hubble para saber más de la enana roja y sus pequeños críos. Un poco más adelante, con la nueva generación de instrumentos y el Telescopio Espacial Webb, las preguntas sobre si hay agua, o incluso vida, en los exoplanetas de TRAPPIST-1 podrían resolverse.
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