Nueve años antes de que Galileo Galieli conociera del telescopio, lo apuntara hacia el cielo nocturno y nos mostrara literalmente otros mundos, un hombre era quemado vivo, entre otras cosas, por pensar que el Sol era una estrella más en el firmamento, que existían otras Tierras como la nuestra y que posiblemente la creación -entiéndase el Universo- era infinita.
Giordano Bruno, después de no aceptar retractarse de sus ideas, fue martirizado en público el 17 de febrero de 1600 en el Campo d’fiori, en Roma. Galileo por poco recibe la misma «reprimenda». Mucho se puede escribir de estos y otros actos de estúpida persecución, pero lo más triste es que unos cuantos años después había pruebas suficientes de que las hipótesis de Giordano y Galileo eran correctas.
¿Qué ha pasado desde entonces con la visión que tenemos del Universo? ¿Qué pasó con las ideas «sacrílegas» de Giordano acerca de otros mundos como la Tierra o de las «blasfemas palabras de Galileo» que despojaban al hombre de un lugar privilegiado en el Cosmos? El camino que lleva a responder estas preguntas no ha sido fácil y ha requerido de vidas enteras dedicadas a la ciencia y la tecnología. Como ejemplo, vasta decir que el primer planeta en otra estrella fue descubierto apenas a mediados de los 90’s del siglo pasado. Veinte años después, el panorama es más alentador y recientes investigaciones nos dicen que posiblemente haya millones de planetas girando, formando sistemas planetarios en otras estrellas, solo en nuestra Galaxia. A los planetas encontrados en otras estrellas, distintas del Sol, les llamamos exoplanetas o planetas extrasolares.
Pero, ¿cómo podemos descubrir esos otros mundos? La tecnología actual nos permite detectar exoplanetas de varias maneras, pero en realidad solo dos han dado los frutos esperados: los tránsitos y el efecto Doppler producto del bamboleo estrella-planeta. Cabe mencionar, que la observación directa del exoplaneta es la única que nos podría decir algo acerca de su composición atmosférica: si tiene agua, aire, dióxido de carbono, metano, etcétera. Sin embargo, para lograr esto se necesitan dos cosas: telescopios muchísimo más grandes que los actuales y detectores más sensibles. Hablemos, por lo pronto del método de tránsitos.
Gracias al avance tecnológico de los últimos 20 años en los sensores de luz, hemos sido capaces, no solo de detectar objetos astronómicos más débiles, sino medir con mayor precisión los cambio que estos tienen. Así, el telescopio espacial Kepler ha dado resultados geniales mediante el método de tránsitos de planetas frente a su estrella madre. Y aunque parezca increíble, la idea detrás de Kepler es de lo más sencilla: apuntar todo el tiempo a una misma dirección, observando la misma área del cielo y por lo tanto las mismas estrellas, siempre. Pero hay algo más, los detectores (la cámara, en términos sencillos) son tan sensibles que es posible medir cambios de diezmilésimas (0.01%) en el brillo de las estrellas, producto del «mini eclipse».
El fenómeno es exactamente igual al tránsito de Venus que presenciamos hace varias semanas. El resultado son «curvas de luz» como la mostrada a la derecha, donde podemos notar que la luz de la estrella disminuye y regresa a un máximo de manera periódica. Cuando los astrónomos detectan estas curvas ¡paaun, allí hay un planeta extrasolar! Pero si las curvas no son muy claras al respecto, hay programas computacionales que toman los datos y los ajustan estadísticamente, dándonos cierta probabilidad de que eso sea el tránsito de un planeta. Así, al momento de publicar este post, Kepler ha detectado cerca de 2321 candidatos y confirmado 74 planetas orbitando otras estrellas. El total de planetas extrasolares encontrados con otros instrumentos -hasta el momento- es de unos 750, pero hay más de 3 mil candidatos. Como decía antes, solo en nuestra Galaxia podría haber millones.
Hace 4 siglos pensar en otros mundos era pagado con la vida y Giordano Bruno es solo un ejemplo de la infame persecución de finales del siglo XVI y principios del XVII; una época oscura, pero de luz al mismo tiempo. Afortunadamente, la luz venció a las tinieblas, de la misma forma que los otros mundos de Giordano.
Decid, ¿cúal es mi crimen? ¿lo sospecháis siquiera?
Y me acusais, ¡sabiendo que nunca delinquí!
Quemadme, que mañana, donde encendais la hoguera, levantará la historia una estatua para mí.
Yo sé que me condena vuestra demencia suma,
¿Por qué?…Porque las luces busqué de la verdad,
no en vuestra falsa ciencia que el pensamiento abruma con dogmas y con mitos robados a otra edad,
sino en el libro eterno del Universo mundo,
que encierra entre sus folios de inmensa duración; los gérmenes benditos de un porvenir fecundo, basado en la justicia, fundado en la razón.
Y bien, sabéis que el hombre, si busca en su conciencia, la causa de las causas, el último por qué…
ha de trocar muy pronto, la Biblia por la ciencia, los templos por la escuela y la fé por la razón.
(Giordano dixit)
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